jueves, 17 de mayo de 2012

Los sexenios, una ley de mínimos que merece ser revisada

Actualmente hay un revuelo importante por la aplicación del nuevo decreto, RD 14/2012, sobre racionalización del gasto público en el ámbito educativo, que afecta a la Universidad y que “castiga” con un aumento de horas de dedicación docente a los profesores que no gozan de sexenio en activo, o sea, a los que no están demostrando que realizan una buena parte de su trabajo, la investigación. En 1930, Ortega y Gasset en su Misión de la Universidad, ya apuntó que “la Universidad tiene que ser antes que Universidad, Ciencia. Una atmósfera cargada de entusiasmos y esfuerzos científicos es el supuesto radical para la existencia de la Universidad […] La ciencia es la dignidad de la Universidad, más aún […] es el alma de la Universidad”. Así, un profesor de Universidad, Titular (TU) o Catedrático (CU) es un educador al que se le reconoce plena capacidad docente e investigadora y por lo tanto podríamos decir que tiene total autonomía en el ejercicio de sus funciones y es dueño de su destino profesional. Además, partiendo del principio de conexión entre la investigación y la docencia, la investigación debe desarrollarse en sus dos ámbitos de actuación, o lo que es lo mismo, en paralelo en el campo de la propia especialidad y actividad docente. Por ello, se le supone o se le debe exigir, además de formar a los estudiantes en las áreas en las que es un experto, liderar un grupo de investigación, supervisar experimentalmente a estudiantes en diversas etapas de su formación (grado y postgrado) y garantizar la difusión pública de sus resultados. Por eso el puesto de trabajo se denomina PDI, personal docente e investigador.

Bien, dos actividades distintas pero totalmente complementarias y como apunta Antonio Pulido, del Instituto L.R. Klein de la Universidad Autónoma de Madrid, “decidir la ponderación relativa que debe darse a las actividades educativas o de investigación es una cuestión clave, sobre todo cuando esta última se mide por algún indicador parcial”. En este sentido, el profesorado universitario es evaluado mediante unos procedimientos periódicos en los que se valora, de forma independiente, el rendimiento docente e investigador. Pero hay que destacar algo muy importante, para poder solicitar estos reconocimientos los profesores han de ser “funcionario de carrera de cuerpos docentes universitarios” (ver segunda parte de este ensayo). La docencia es un aspecto que se valora internamente por cada Universidad cada cinco años y es conocida como “quinquenios”. La investigación la evalúa la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora (CNEAI) cada seis años, “sexenios”, y se conceden por productividad investigadora, innovadora, creativa o artística. Para solicitar la evaluación de su actividad investigadora, el candidato debe seleccionar las cinco contribuciones más importantes del período que se somete a evaluación. Si se obtiene una valoración positiva, además del prestigio personal, se consigue un complemento de productividad incentivador, algo así como 120€ brutos mensuales. Las normas que rigen los criterios de evaluación de los sexenios están establecidos por una Orden del Ministerio de Educación y Ciencia y son una ley de mínimos, pero donde no todo el mundo llega a cumplir los requisitos. Una cosa más en la que no sabemos dar el callo y rendir lo que se espera de nosotros. Y no se a Vds. que les parece, pero a mí me da una impresión de mediocridad intolerable y más con dinero público. Para preparar este pequeño documento estuve estudiando la estadística que se publica al respecto y las cifras son escandalosas, y mucho. Y paso a darles algunos ejemplos.

De la memoria del periodo 1989-2005 se desprende que, contando todas las ramas del conocimiento, un 42% de los profesores de universidad no tenían ningún sexenio frente a un 4% de los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Acercándonos más a la realidad actual, los datos del 2009 y exceptuando a los profesores titulares de escuela universitaria, a los que no se les exige el doctorado y por lo tanto no han demostrado suficiencia investigadora, aproximadamente un 25% del profesorado no tendría ningún sexenio. Si nos fijamos en otro parámetro muy revelador, el de los sexenios concedidos frente a los posibles, ninguna universidad alcanza el 60%, llegando al “aprobado”, al 50%, sólo 14 universidades españolas de las 48 estudiadas. Aún hay más, según la Fundación BBVA-Ivie, sólo uno de cada cinco profesores tenía reconocidos todos los sexenios que podía obtener. No piensen que todas estas cifras denotan dejadez u olvido a la hora de solicitarlos, es que sencillamente no llegan a los mínimos. A mi juicio, sigue siendo una situación insostenible que denota un inmovilismo y acomodación que poco ayuda, en la medida que le toca, al prestigio y progreso de esta nación. Y aún hay más, estos indicadores de calidad no sólo afectan a los profesores evaluados, sino que son indicadores de calidad de la propia Universidad. Y como argumenta el propio Antonio Pulido, “la excelencia investigadora conlleva prestigio de las universidades a la que pertenecen los profesores más renombrados y, como consecuencia, son un atractivo para reclutar los mejores estudiantes y, por tanto, para destacar también por una enseñanza de calidad o, al menos, para futuros triunfadores”.

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